miércoles, 15 de diciembre de 2010

GUATINí Nro. 65.. AÑO 3




DIGDORA ALONSO GONZÁLEZ (Cuba)


Guatiní se congratula en traer ante sus lectores a esta poetisa matancera. Su caudal de versos se inflama y brota de manera dulce, humana, satisfecha del desborde ansioso. Calificada por Dulce Ma. Loynaz, como una de las voces más importantes de la poesía femenina cubana. De ella dice nuestra querida Dulce: "Usted tiene una obra digna de ser conocida y admirada, lo cual por sí solo, constituye un hallazgo en esta poesía de hoy que no ha sabido hallar su rumbo"

De esta poetisa les traigo el poema PROSAPIA DEL GATO, en la que, con su virtuosismo y estilo, nos lleva a admirar y, a conocer mucho mejor, a este enigmático y hermoso animal doméstico.

Nació el 20 de agosto de 1921.( Falleció el 1 de Julio de 2007). De profesión profesora y escritora, Doctora en Filosofía y Letras. A partir de la década del 40 aparecieron trabajos suyos de crítica y poesía en diferentes publicaciones como son: La gaceta de Cuba, Bohemia, Yumurí y en publicaciones periódicas soviéticas y de República Dominicana, entre otras. Calificada por Dulce María Loynaz como una de las voces más importantes de la poesía femenina cubana. De ella dijo: "Usted tiene una obra digna ser conocida y admirada, lo cual por sí solo, constituye un hallazgo en esta poesía de hoy que no ha sabido hallar su rumbo" Bibliografía Activa · Casi visible al atardecer (Poesía). · Como ángel cierto. · Bajo el hongo. · En los márgenes del diario. · Bajo el cielo de adentro. · Para leer la rosa blanca (Ensayo)

PROSAPIA DEL GATO


Misterio en los destellos de sus ojos en la noche,
en los saltos desde la altura cayendo de pie y sin daño,
en su andar silencioso de uñas escondidas...

Sube a los tejados para ver a Isis en la Luna
y se tiende gozoso bajo los rayos de Horus.

No tiene dueño.
Pasa indiferente entre los hombres
que ya no son sus adoradores.
Vive con nosotros sólo por su odio ancestral a los
ratones que profanaban los templos de Amón Ra.
Pero ama la casa como un templo.
De los mitos griegos le viene su temor al perro
que siempre es el Can Cerbero.
y huye del agua de la laguna Estigia.

Cierra los ojos mientras come
para no ver a los que le ofrecen sobras.
Y gusta del pescado que no sabe pescar,
porque se lo llevaban como ofrenda
desde las márgenes del Nilo.
El gato era un Dios y lo recuerda.




ARTURO POTESTAD LLANES (Cuba)

Artista plástico, reside en Estados Unidos desde 1967. Con sus noventa y dos años, su obra se pasea aún por los salones y galería de la plástica en el Down Town de Miami.

En 1946 entró en la Escuela Anexa de Bellas Artes en San Alejandro, La Habana.

Participó con Luis Gua en varias exposiciones en Prado y Neptuno y en la Catedral de la Habana.

Cuenta con 8 murales realizados en La Habna y exposiciones en España, Inglaterra, Haití y México.

De un hablar mesurado y con bases totalmente didácticas, Arturo Potestad, a pesar de conocer

personalmente a Wilfredo Lam, Amelia Pelaez, Ziqueiro y Portocarrero, y de haber

trabajado con el inmenso muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, me confiesa que

realmente siente que de ninguno de ellos tomó escuela. Su estilo lo ha desarrollado con los

estudios que ha realizado desde siempre y a los que ha dedicado gran parte de su vida.Durante la

entrevista a la que accedió gentilmente, me entregó este poema manuscrito el cual comparto con los lectores de

GUATINí.

DE LA SERIE:

POEMAS EN DIMENSIONES METAFÍSICAS (iv)

Soy como un eternal caminante

que entre el alba y el ocaso

sigue sembrando profundas interrogantes

sin poder obtener definitivas mieses.

Hurgando misterios en todos los horizontes

tratando de descifrar incomprensibles

y difusas mariposas, huyendo cual sombras enigmáticas,

cantando sin cesar melodías ignoradas;

y después, en cada momento litúrgico,

en una constante, descubro sorpresivos mitos

donde se vislumbran imágenes

de materializados y diminutos caracoles

que con sus misteriosos y suaves movimientos

nos delata su inmensidad mística

con bellas armonías.

¡Hay de tus caracoles símbolos!

¿De qué cifra universal matemática

estás arrastrando tus orígenes?

¿De qué sublime espacio-tiempo

has retornado con tus estéticos cascarones?

¿Por qué desde siempre, inmutable,

delatan suavemente ternuras imprecisas?

¿Acaso sabrás algo del eterno retorno?

¿De las inigualables y cromáticas alboradas?

¿Qué, de los orígenes o del apocalipsis?

¡Oh, tú, caracol! Infinito en tus silencios.

¿Cuál es el velo que cubre tus enigmas?




ANA MIRELES (Cuba)

Reside en Madrid, España.

Licenciada en Artes Escénicas, Dramaturgia en Cuba (Instituto Superior de Arte –ISA-) Especialista en Contenidos Multimedia, con más de 20 años de experiencia en medios audiovisuales, tecnología de la información y formación profesional. Actualmente es CSO de Phigital Group


Habbeas Corpus


Las tres arañas del ensueño hilan

un cuerpo ajeno a su labor de vieja

y mientras tejen la vulgar madeja

en el abismo otros cuerpos oscilan.


Ensarten mal el ojo de la aguja

ensarten bien, vislumbran los azares

que en un místico ascenso de burbuja

trastocan los designios oculares

Colgados, los amargos terrenales

piróforos ingenuos que titilan

esclavos del enigma de la gula

¿Quién va a exceptuar los álfidos costales

de arañas como bestias que vigilan

El cuerpo es un arquero que fábula





ERNESTO R. DEL VALLE (Camagüey, CUBA)

Reside en Miami. Ganador del Premio en el 1er Concurso de Cuentos Cortos para el Estado de la Florida, auspiciado por la Editorial VOCES DE HOY

Recién le fue publicado su libro de cuentos cortos Miércoles de Ceniza, por la Editora VOCES DE HOY.(Miami, 2010) Editor de GUATINí,

HIMNO DE APERTURA.


Vamos, alucinado", gritó una vez el Hombre ante una caravana

de querubines que se le encimaban con sus dardos.

Tensó la cuerda y un ósculo de ilustrativa sensatez

traspuso la corola de sus sueños.

Peregrino y ocioso, sin justificar tendencias pontificales,

dejó a un lado los corrillos, las exigencias de la época,

franqueó los laudos festinados y comenzó a aderezar tropos,

alegorías y sermones.

Impenitente llegó a desgarrar sonetos de martirizantes nieblas.

Hoy, qué inmensa vida interior, qué fuegos se atribuye,

qué ritual lo envuelve como a un tabú.

El poeta sigue en el temblor y el extasis,

ardiendo en la minúscula inmensidad de los elegidos,

con sus bromas, sus aciertos, presidiendo el ámbito

de los que en un crepúsculo cualquiera,

se destrozaron contra la belleza.




LEGNA RODRÍGUEZ IGLESIAS (Camagüey, Cuba)

Poetisa y narradora. Ha publicado:Querida Lluvia (Editorial Ácana, 2002),Arroz con Mango (Editorial Ácana, 2002), Zapatos para no volver(Ediciones Ávila, 2004; Premio Primavera y Premio Provincial de la Crítica) eInstalándo-me (Editorial Ácana, 2005). Ha obtenido otros premios como: Emilio Ballagas (2001, 2005), De la Ciudad de Camagüey (2002-2005), De Cuentos Eróticos (2005) y Mangle Rojo (2007). Aparece en la antología Palabras en la arena (Ediciones Libera, 2006). Es miembro de la Asociación Hermanos Saíz y de la UNEAC.


DOS VECES EN LA VIDA MI MADRE SE PERFUMA



Cuando mi padre viene de La Habana
y cuando mi padre regresa a La Habana
porque mi padre está estudiando
adolescente cósmico
mi madre se perfuma para agradarle

para despedirlo en la acera
y mi padre también se perfuma
y le mira los ojos a mi madre
y la alza hasta el cielo
de modo que mi madre no es mi madre
sino una instalación isósceles
siempre isósceles.




CÉSAR LÓPEZ

Doctor en Medicina, también estudió Filosofía y Letras en La Habana, Madrid y Salamanca; Profesor de Literatura y Diplomático. Su verdadera pasión es la literatura, y la poesía lo ha llevado a ser una de las voces más relevantes de Cuba desde la segunda mitad del siglo XX, aunque también ha incursionado en la narrativa y el ensayo. Es fundador de la UNEAC, miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua, y correspondiente de la Academia Española de la Lengua. Ha recibido distinciones en su país y en el extranjero, entre las que se destacan el Premio OCNOS de Poesía (Barcelona 1971), las medallas de las Universidades de Turín y Málaga (1986-1988), la Distinción por la Cultura Nacional (1988),Chevalier de L´Ordre des Arts et des Lettres (París, 1994), la Distinción José María Heredia (Stgo. de Cuba, 1995) y la Medalla Alejo Carpentier, entre otras. Su obra ensayística comprende títulos dedicados a la poesía de Pedro Salinas, el teatro de Ibsen, la obra de Dulce María Loynaz y de José Lezama Lima, entre otros. En 1999 salió la primera edición de Arpa de troncos vivos. De Cuba a Federico, en homenaje al gran poeta andaluz.

El poema que se presenta pertenece a su libro Silencio en voz de muerte, dedicado a la memoria del revolucionario Frank País

***

No puedo hablar de él como no era:

No fue poeta.

Los versos que escribiera, balbuceaban la voz,

iban saliendo,

pero por muchas cosas se quedaron

a mitad de camino.

No fue pintor.

He visto emocionado los dibujos.

Y sin embargo, la mente, el corazón, la mano,

quedaron en el aire como un trazo empezado.

No fue músico.

Porque aquellas sonatas

eran signos borrosos, no cuajados,

que sólo algunos pocos escucharon.

No fue padre.

Se guardó su simiente en la pureza

de los hijos futuros.

Fue un niño a quien recuerdo

diciendo afirmativamente y siempre:

Quiero.

¡El ser que mutilasteis,

asesinos,

era, en resumen, todo lo posible!


MARIA TERESA BRAVO BAÑÓN (Alicante (España) 1954)

Maestra de Enseñanza Primaria. Antóloga de poseía universal, dinamizadora de bibliotecas escolares e institutos para el fomento de la lectura y la poesía como vivencia existencial. Fue Coordinadora de la Revista Literaria Generación. Profesora del Instituto de Ciencias de la Educación de talleres de Creatividad literaria y divulgación de la poesía. Colaboradora de numerosas revistas literarias y pedagógicas.

PRINCESA DE UNICORNIOS

Hay en ti un eco musical

de palabras ignotas

que me son como leves

serpentinas de verbos

deslizando su cadencia

de azúcar escarchado .

Camino entre los pétalos

con que me alfombras la vida .

Y me vas esculpiendo

en el friso de tus versos:

soy la música detenida

entre himnos marmóreos

que –delicados- rozan

tus dedos de crepúsculo .

Me das alas germinales

-impacientes de rocío-

por abrirse hacia la luz

entre la oscuridad del cenobio

que las comprime .

Porque allí donde vuele

siempre me espera el trono

y la corona de hinojo marino

con que me celebras ;

pues soy tu princesa de unicornios….

LUCIO ESTÉVEZ (Cuba)

Reside en Miami.

Protagonista de los más importantes acontecimientos artísticos acaecidos en su provincia natal, Camagüey, a partir del triunfo revolucionario en 1959. Miembro de la U

NEAC y propulsor incansable de las actividades Literarias.

Lucio nos muestra ese aplazamiento de la poesía, donde logra en forma objetiva, concretar en versos desoladores la simultaneidad americana, con ese trasplantado amor agónico de Wittman y el descarnado apasionamiento de Dos Passos y consumado en la visión

de Paul Conrad. Nacidos en la pupila de dinámica contemplación, Lucio narra lo por él visto y escuchado en largas estadías y viajes por las tierras del norte y sur de los Estados Unidos de Norteamérica y también por las Bahamas, que dan fruto a la verdad objetiva sin conciliar su dolor, que es el dolor de mucha gente que dan muchas veces la pauta para sus poemas.

Poeta de experiencias múltiples dentro de la factura actual de la Poética ahonda en un horizonte limpio para la poesía y el hombre.

Autor infatigable, ha ganado premios en distintos concursos NacionalesTiene publicado SUR Y POESíA

CARTAS DE SUEÑOS

XV

Esta que anda como un junto, con las manos llenas de galaxias y los ojos llenos de miel es a la que amo. Esa, que pasa alborotando a los vecinos por su forma de mover sus caderas, esa es mi amada.

Ella no me cree, ¡Pero la amo!.

Cuando me mira con sus ojos llenos de abejitas tiernas y almendras perfumadas, siento que todas las flautas del mundo tocan en mis oídos

y se abre el corazón del universo para dar salida a las coloreadasmariposas.

Aunque quisiera ocultarlo, la humedad de mis ojos delataría mi sentido. ¿Cómo quedar indiferente ante su presencia de golondrina melancólica que despiertan las raíces profundas de mi ser y alborota los deseos?.

Burlando las autoridades de la ciudad, he escrito su nombre en las fachadas, en las puertas de teatros públicos y en los troncos de los árboles de los parques.

En las noches sueño en que ciudad oriental podría encontrar el espejo donde reflejar el color de sus miradas y el mapa con los laberintos melosos de su risa.

Cuando mi amada pasa resucita las cosas porque en su cuerpo tiene toda la poesía del mundo. Cuando llega a mi lado me desdoblo en dos mitades y las dos la aman.



JESÚS DAVID CURBELO (Camagüey, CUBA)

GUATINí se aprecia en traer a sus páginas uno a uno de los escritores camagüeyanos que ha hecho de la Literatura una razón de ser. Jesus David Curbelo considerado uno los filólogos cubanos más lúcidos. Es traductor, poeta, narrador, editor y crítico. Sobre él se ha dicho que «ejemplifica el posible ideal filológico: abraza lengua y literatura, análisis y entendimiento».

Curbelo ha sido merecedor de varios de los premios más importantes del país, incluido el Premio Nacional de la Crítica

. Dirige la redacción de poesía de Ediciones Unión, y ha publicado, entre otros libros, Insomnios (1994), Cuentos para adúlteros (1995), Libro de cruel fervor (1997), Diario de un poeta recién cazado (1999), El lobo y el centauro (2001), Las (di)versiones de Eva (2003) y Éxodo(2004). Asimismo realiza una importante labor de traducción literaria.


LO MUCHO QUE YO TE QUIERO (Cuento)

A Tula, su cuento

Dos obsesiones tenía Marcial Méndez: las hembras y los sinónimos. Con las primeras le iba fatal. Por culpa de los segundos perdió amistades, empleos y todo tipo de chances en la vida, al no escuchar lo que le decían porque, tras una palabra llamativa en el coloquio, se extraviaba a la caza de equivalentes y nada más le importaba sobre la tierra. Un semejante atraía a otro y a otros, hasta que la cabeza de Marcial solo giraba alrededor de ellos y los interlocutores le abandonaban como un caso perdido. También sucedía con las mujeres. Pasados el impacto de su físico y el encantamiento inicial ante su verba florida e indetenible, las féminas no lograban soportar su distracción ni la manía de hilvanar conceptos, frases y párrafos en torno a una idea fija.

Solo Lucía resistió el embate. Ahora, que la tarde era apacible y buena para la meditación, Marcial adaptaba sus pasos al hilo de los pensamientos y, sujetando con fuerza el cinturón metálico, miraba al suelo, suspiraba y seguía pensando. No recordaba que alguna adivinadora, pitonisa, hada, hechicera, cartomántica, agorera o descendiente de brujo africano, le hubiera predicho este final horrible, lunático, a sus amores con Lucía.

La conoció, incitante, tentadora, en el aluvión de seres que se alineaban para entrar al cine. Le llamó la atención aquella forma tan fina, delicada, de simular que se tocaba el cuerpo buscando alguna molestia. Es cuidadosa y discreta, pensó, le da pena rascarse en público y se lleva las manos a los brazos como rozando el terciopelo. Mas la miraba hacía rato y sabía bien que estaba rascándose, refregándose, hurgándose, limándose, luciéndose la piel.

Se acercó con picardía y le dijo al oído una banalidad eficaz para el contacto: Hay algo que la está molestando mucho. Parece que mosquitos, reconoció ella, y él se refirió a la lluvia, los charcos, los árboles del parque vecino y la maraña de arbustos mal podados que eran los culpables, junto a la sanidad local y la escasez de insecticidas, de tal asonada insoportable. Ella le dio la razón. Él pagó las entradas y la tomó levemente por el codo con la certeza de que habría un cambio en su fortuna.

Lo hubo. Habían nacido para ver juntos esa película donde el protagonista es perseguido a través de la selva y ha de salvar pantanos, animales, ríos crecidos, tribus caníbales y otra sarta de peligros para al final casarse con la heroína y retornar a sus lares llenos de felicidad. Marcial la sintió revolverse nerviosa en la butaca. Debe ser por el suspenso, se dijo, pero un rato después ella arreciaba el movimiento, la intranquilidad, el ajetreo, y él comenzó a perder la calma.

¿Pasa algo?, preguntó. Ella culpó otra vez a los mosquitos a pesar del aire acondicionado, y él, confianzudo y audaz, no esperó mejor señal y, haciéndose el simpático, le recitó aquella cuarteta que sus condiscípulos antaño le dieran a leer en la cursilería de los autógrafos; pero antes de llegar al último verso fue mandado a callar por los demás espectadores y tuvo que tragarse las palabras, que se le hicieron un embrollo en la garganta:

Quisieraserunmosquitoyentrarentumosquiteroydecirtebienbajitolomucho

queyotequiero.

Ella entendió, no obstante, y rió divertida. Él se frotó las manos. Consolidado el ligue, el empate, el arreglo, podría decir adiós a la soledad de los sábados, al pelar la pava y hacer de sapo con los amigos ocasionales que le deparaban el bar y los estadios. Lucía continuaba ansiosa y Marcial Méndez propuso, irresistible: ¿Por qué no damos una vuelta a la salida? No sé, un par de tragos, una charla interesante, una cena quizás.

Asintió ella y Marcial, dispuesto a cargar con los gastos, cargó también con sus bichitos, porque lo que en el cine fue mosquito, en la barra fue hormiga, en la calle guasasa y mariposa en el restaurante. En la casa, durante las visitas consentidas tras una simple proposición, fue todo eso y esperanza, escarabajo, grillo, araña, mosca, luciérnaga, o cualquier otro insecto, alimaña o sabandija que la impelía a coscar, carcomerse, escosarse en todas las porciones de su materia visible y, cuando no podía más, a pedirle permiso, ir al retrete y virar al revés ropas y prendas interiores, para luego tornar, diciendo sonriente eran alucinaciones mías y percatarse de que llegaba la hora de dormir y Marcial Méndez no había podido pasar de unos tristes besos.

Él miraba sus piernas, muslos, caderas, ojos, labios y se convencía de que no de otra manera podía estar formada la muchacha celestial que Mann había mentado. Lucía era una princesa. Y hasta tenía un guisante debajo del colchón, como no tardó en constatar en aquel hotelucho que alquilara buscando intimidad. Hazme el favor, Lucía, protestó Marcial Méndez en mitad de la campaña de ráscame aquí y revisa allá, estás muy grandecita para historias de Andersen, mientras ella, compungida por tanta comezón, se defendió con te lo advertí, Marcial, si no es en mi cama no puedo dormir ni estarme quieta ni apenas concentrarme. De lo cual él tuvo una prueba irrefutable al salir por la mañana sin hacer el sexo y muerto de sueño por la búsqueda infructuosa de pulgas, chinches, piojos y garrapatas.

La escena absurda, trágica, diabólica, fue repitiéndose cada fin de semana y no quedó otra alternativa: Marcial Méndez se casó y fue a posar al cuarto de ella, en su cama, sus sábanas, su almohada: un pulcrísimo remanso donde aislarse de la invasión de artrópodos y coleópteros. Pero albergó sus dudas. ¿Acaso no sería un ardid, un plan, una artimaña, un timo para enredar incautos en la ordalía del matrimonio? Empero, ante la carita sufrida de Lucía y la furia de sus manos que no cesaban de buscarse en el cuerpo una rareza perdida, Marcial se persuadió de que no había dolo y se ufanó de su desnudez y su impudicia, que aliviaban la fatigosa tarea de esculcarla a cada rato en pleno ejercicio del amor.

Cierto que entre el trabajo, las visitas de suegros y parientes y una que otra aventura que el apuesto Marcial Méndez se permitía por despecho, accidente, o el placer de frustrarse todavía más, el tiempo al lado de Lucía se redujo a llevarla al lecho y amoldar sus carnes al acto de entregarse, ofrecerse, rendirse a un torbellino que exorcizaba sus picores y la dejaba en estado de gracia hasta el amanecer. Generalmente. Porque una noche Marcial despertó sobresaltado al sentir las piernas de ella que se enlazaban en las suyas y daban en moverse sin contención. Un rictus de dolor surcaba el rostro de Lucía. Marcial la avivó temiendo un mal sueño. Era peor. Regístrame aquí, en la ingle, creo que tengo un bicho metido y dando vueltas. Ladillas, se horrorizó él pensando en los últimos engaños, fraudes, adulterios, y en la posibilidad de que una beldad poco escrupulosa le hubiera contagiado los inmundos anopluros que, de aparecer en la entrepierna de su esposa, provocarían una trifulca que señalaba el regreso a la soledad y a los sábados de cualquier tipa propensa a la intolerancia.

No tienes nada, nada, gritó él, eufórico, a medida que fue asegurándose de que, en verdad, ninguna bestezuela rondaba el vello púbico de Lucía. Pero ella estaba, de todos modos, con una angustia muy seria. ¿Sabes?, le confesó, a veces percibo que me caminan cosas por la piel. Siempre ha sido igual, le refutó él, desde que te conozco te pasa eso; eres alérgica seguramente. No, no, terció ella, ahora es distinto, me los siento por dentro, navegándome en la sangre. Estuvo a un tris de saltar a causa del miedo a los días por venir, mas lo encubrió, burlón, entre consejos, besos, mimos y caricias. De nuevo Lucía, dormida en sus brazos, era la muchacha celestial, la princesa del guisante hallada en remotos predios, porque no podía dejar de reconocer que ella había sido la mujer de su vida, aquella de quien se enamorara y por la que estuvo dispuesto a cumplir un código familiar terrible que solía aniquilar a otras parejas. Llegó más lejos aún: controló cuanto pudo su manía de acechar a las damas, de sugerirles episodios aberrantes en cualquier oscuridad, ascensor, ómnibus, tren, o teatro lleno, de indagarles con la vista en el triángulo pelviano, en las nalgas, en el arco de la espalda, en el nacimiento de los senos, como si de ello dependiese encontrar el camino de retorno al Paraíso. Más: por ella renunció incluso a los sinónimos y aspiró a empobrecer su lenguaje, con tal de darle contento y no agobiarla en su desdicha, hasta el nivel elemental de la comunicación.

Por eso se preocupó al verla sufrir y sugirió: ¿no será la circulación? Ella se esperanzó y fueron al médico pesquisando el remedio bienhechor. No lo hubo. Se descartaron escabiosis, psoriasis, pitiriasis y carcinoma epidermoide; estaban normales el azúcar, las plaquetas, la hemoglobina y todo el sistema linfático; ningún parásito deambulaba por sus tripas; los test de siquiatría no arrojaron nada extraño. Pero lo que fue inquietud se convirtió en desesperación, en frenesí, y ya jamás se contuvo. A cualquier hora se la encontraba escarbándose tramo a tramo la epidermis con un afán excesivo, con un congojoso anhelo, con vehemencia, con locura. Él suspendió las visitas a la casa, los paseos, las apariciones sociales, porque la Lucía íntima descubría sin recato su humanidad y no hablaba de otra cosa, en todas las horas del día y la noche, que de pruritos, urticarias, resquemos, escocimientos y cosquillas. Marcial Méndez le temió a los ojos extraviados, a las manos indetenibles, los aullidos de pavor y las negativas a emplear los sedantes, drogas y mejunjes que le recetaron para beber, untarse, oler, colocar bajo la cama, en el patio o detrás de las puertas. Declaróse impotente para la convivencia con aquel monstruo y se armó del valor con que decírselo venciendo el prejuicio de ser un egoísta y un cobarde incapaz de enfrentar el rigor de la existencia. No hizo falta. La sabia naturaleza cumplió su rol: Lucía murió esa madrugada en medio de un ataque microorgánico. Así, sin más ni más, su corazón paró de latir. Por exceso de excitación, diagnosticó el doctor, asombrado. Marcial Méndez, víctima de un ambiguo sentimiento mitad pena y mitad estupor, suspiró aliviado.

Ahora, en esta tarde apacible y buena para la meditación, adaptaba su paso al hilo de los pensamientos y, sujetando con fuerza el cinturón metálico de la carroza fúnebre, volvía a suspirar y seguía pensando si ya bajo tierra el cuerpo adorado de Lucía tendría que padecer la impertinencia de gusanos, lombrices, cucarachas, ratones y bacterias, como si tanta oscuridad no fuese suficiente para alejarla por siempre de su desazón. Sin darse cuenta, soltó el aro galvanizado y trató de quitarse aquello incómodo que le descendía por la frente. No era sudor. Ni nada. Entonces levantó la vista. El chofer manejaba con una sola mano, enfrascado en combatir una presencia invisible en su cabello. El doliente más cercano se abría la camisa sin pudor para husmearse en las axilas. El de atrás lo mismo. Y el otro. Y la otra. Miró hasta el fin del desfile negándose a creer lo que veía: cientos de caras iguales aturdidas en sacudirse costados, sombreros, faldas, orejas, espejuelos, dientes. Una risa rara le vino a la boca y la aguantó por lo solemne de la ceremonia. Aunque debía admitir la comicidad de tan patética coincidencia. Era la pesadilla que faltaba en su destino. Quiso ahuyentarla junto con el deseo incontrolado de fricarse, rasparse, arañarse, limpiarse, y con la necesidad de reír. Luego no logró evitar que se le metieran dentro y allí se retorcieran, brincándole hasta en el cristalino de los ojos. Sintió la carcajada salir, trocarse en lágrimas, quimeras, picazones. Y las dejó brotar.




CARLOS ENRIQUE CABRERA (Rep. Dominicana)

Escritor, profesor universitario y promotor cultural. Estudió Filología Hispánica en la Universidad Autónoma de Madrid y desde 1994 se desempeña como profesor a tiempo completo del Área de Humanidades del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC). En 2001 fundó la revista cultural de letras, artes y pensamiento Caudal, que bajo su dirección lleva ya publicados 26 números. Ensayos y cuentos suyos han aparecido en diversos medios nacionales y asimismo son de su autoría el libro Reflexiones de bolsillo (2002) y el conjunto de microcuentos de pronta aparición: Conjuros. Mantiene en “La Comunidad” del diario madrileño El País el blog “Conjuros” y en Blogger el blog promocional de la revista Caudal.

La literatura cubana: de lo insular a lo universal a través de una gozosa fiesta de la palabra

LA LITERATURA cubana es de una gran vitalidad y riqueza y ha dado obras de mérito y calidad extraordinarios. Como nos dice Ambrosio Fornet, en el prólogo a su excelente Antología del cuento cubano contemporáneo: “Cuba llegó tarde a la independencia; en cambio, dio la primera narrativa original y coherente de la literatura hispanoamericana. Entre 1837 y 1841 (…), Ramón de Palma escribió la primera narración indigenista y Anselmo Suárez la primera novela negrista del continente.”

Cuando muere en combate en Dos Ríos, a los cuarenta y dos años, José Martí (1853 –1895) deja una amplia y multiforme obra de enorme repercusión continental. Martí renovó la poesía y la prosa en lengua castellana: El Ismaelillo (1882) lo sitúa entre los precursores del Modernismo; pero el prócer cubano aún va más allá y anuncia –así nos lo señala Octavio Paz— la poesía contemporánea.

En la lírica Cuba posee figuras tan relevantes como José María Heredia, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Julián del Casal, José Manuel Poveda, Mariano Brull, Nicolás Guillén, Dulce María Loynaz, Eugenio Florit y todo el extraordinario grupo de Orígenes: Gastón Baquero, Eliseo Diego, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Ángel Gastelu, José Lezama Lima. Otros poetas contemporáneos de relevancia son: Pablo Armando Fernández, Fernández Retamar, Heberto Padilla y Antón Arrufat.

En narrativa el país caribeño cuenta con nombres de la talla de Alfonso Hernández Catá, Carlos Montenegro, Lidia Cabrera, Lino Novás Calvo, Virgilio Piñera, Calvert Casey y Ana María Simó. Experiencias narrativas como las de Alejo Carpentier (1904 –1980) y el inmenso e inabarcable José Lezama Lima (1910–1976), nos enfrentan a obras (El siglo de las Luces; Paradiso) auténticamente ambiciosas, totalizadoras, monumentales, donde la sensibilidad artística y lingüística se aúnan con un vasto y profundo conocimiento de la cultura universal (y cubana), que las nutren de forma orgánica, con propiedad y pertinencia, con auténtica sabiduría.

Narradores cubanos de reconocido prestigio universal son asimismo Guillermo Cabrera Infante, cuyo novela Tres tristes Tigres (ganadora del Premio Biblioteca Breve de 1964) se inscribe dentro de la moderna tradición de libre creación multifacética (obra abierta) y de los juegos de perspectiva y puntos de vista del Quijote y sus herederos: El Tristán Shandy de Lawrence Stern y Jacques l´fataliste de Diderot. Luego surgieron autores tan interesantes como Reynaldo Arenas (El mundo alucinante) y Severo Sarduy (cuya novela Cobra ganó el Premio Médicis en 1972), que escriben desde una novedosa y singularísima perspectiva sin olvidar la tradición en la que se inscriben.

Tres flamantes Premios Cervantes ostenta con orgullo la literatura del país antillano: Alejo Carpentier, Dulce María Loynaz y Guillermo Cabrera Infante; a un poeta cubano de vanguardia (Mariano Brull), debemos la creación, entre otras palabras mágicas, de la “jitanjáfora”, que luego haría famosa Alfonso Reyes; y un autor también cubano –Alejo Carpentier– acuñó el concepto de “realismo fantástico”, de tanta trascendencia en la literatura continental.

Los literatos de la isla caribeña tienen una gran proyección internacional y gravitan con peso específico en la cultura hispana y universal. Han influido en otros autores –tanto latinoamericanos como españoles— que les han reconocido como maestros. Sus obras son traducidas a múltiples lenguas, antologadas por editoriales internacionales de reconocida solvencia y estudiadas en cátedras de literatura de importantes universidades de EUA y Europa por críticos de verdadera valía.

La hermana nación caribeña ha dado a Iberoamérica y al mundo una vigorosa y original literatura que desde lo particular insular ha sabido expresar –en una gozosa fiesta de la palabra– lo universal.




Alejandrina Silvera (Cuba, 1945)

Sueños e imaginación de una Artista.

Por Ernesto R. del Valle.

Es una pintora que domina el dibujo, el grabado, la ilustración y la acuarela. Su pinturas y sus dibujos están apegados a una trayectoria pluralista y simbólica que reflejan los estados de ánimos de la sociedad actual cercana a la realidad actual.

Con sus obras, Alejandrina expone nuestra realidad fantástica, y sus sueños llenos de imaginación en los que viola todas las reglas del círculo cromático con juegos de luces muy seguros y mantienen en constante expectativa al que presencia sus trabajos tratando de descubrir en sus misteriosos rostros movimientos y estados de ánimos que parecen nosotros mismos.
Sus obras se conocen en Miami, New York, España, Puerto Rico, Alemania y República Dominicana y de otras áreas de latinoamérica y el Caribe ofreciéndoles sus espacio cultural para que desarrollen sus individualidades pictóricas en Repúblicas.

Alejandrina reside en Rep. Dominicana, me cuenta que tuvo unos padres ‘invalorables”, porque su formación, me dice, está muy unida a ellos.

Cuenta que su papá fue un artista desconocido hacia (miniaturas talladas en yeso, madera etc.) . le fabricó una mesita y su silla de dibujante,

A sus 7 años Alejandrina se levantaba a la media noche, a "dibujar”, cuenta que su padre le ponía música clásica y se sentaba a leer.

Su primer trabajo serio (que recuerda) en esa mesita se llamó "La danza del fuego" como la pieza musical, que su padre escuchaba y que desde entonces hasta hoy, siempre oye música diversa cuando pinta.

Su madre, casi analfabeta, pero excéntrica, le gustaba vestirse con ropas que nadie tuviera y bordaba, y apunta, más adelante, “pero debutó como artista a los 64 años ", tuvo una vida muy intensa (puedes encontrar algo de ella en artelista.com su nombre es Isabel de las Mercedes.”

Muy importante su declaración en cuanto a su arte pictórico, importante por cuanto revela un serio compromiso con lo que hace.

Me dice Alejandrina;

Puedo decirte que siempre me sentí muy comprometida con lo que dibujara o pintara, he querido decir algo, desde muy niña.

Y a continuación declara las intenciones y ajustes de cuenta con algunas manifestaciones negativas de la sociedad masculina en este caso, donde señala por ejemplo al machismo, en su cuadro titulado "Es solo un hombre"

Su situación de inmigrante la obliga a cerrar puertas a la nostalgia en el cuadro ‘Chupando la naranja ajena” al hacerse la pregunta qué hago aquí?

Momentos que le hacen llorar escuchando una cancion de Liuba Mª Hevia allí en el cuadro "Tengo el misterio dulce del monte". o a los momentos de escuchar a Polo Montañés, el guajiro natural, en "Citara o guitarra mía”, mientras pasa el tiempo fuera de donde nació

Comunicado del hermano, colega colombiano y editor de AVE VIAJERA, Joseph Berolo.

QUERIDOS AMIGOS LECTORES DE AVE VIAJERA.


Me es grato comunicarles que a partir de la fecha, los libros publicados por nuestra editorial, desde el año 2009, aparecerán en www.google.com/ebooks

aunque no se encuentran actualizadas las versiones de adquisición ni otras de descargue de libros y lectura completa o parcial, si es posible visitar desde el URL citado, y desde allí el de

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Los autores de libros publicados por nuestra editorial, previa autorización y firma de acuerdo , y previa cancelación de cualquier obligación pendiente con la editorial, recibirán mensualmente el porcentaje correspondiente a la venta virtual de sus libros así como el producido por concepto de venta física de la obra. las regalías correspondientes y forma de pago, les serán notificadas una vez establecidas.

Orgullosamente damos vía libre al esperado mundo de libros electrónicos. con tan solo un 10% del proceso de montaje total de nuestra librería virtual, ya podemos decir que se cumple nuestro anhelo de llevar los libros de nuestros poetas y escritores publicados, al mundo de la red de lectores y compradores de ebooks alrededor del mundo.

Nuevas y mejores actividades nos esperan. de ello estaremos informando continuamente, procedimientos para publicar editorial y virtualmente, guías para publicación de libros impresos y virtuales, sitio web dedicado a cada autor, impresión distribuida local , membrecía en organizaciones literarias del mundo, participación en concursos internacionales, apoyo a candidaturas de carácter mundial, distribución de obras en cadenas de librerías reconocidas.

Todo un mundo de posibilidades. 25 años de ave viajera, para cien años de futura existencia.

Gracias a todos ustedes, lectores, autores, colegas, contertulios, hemanos poetas y escritores del mundo.

JOSEPH BEROLO

Editor AVE VIAJERA

Grupo Editorial Beco dos Poetas & Escritores Ltda.

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