viernes, 18 de abril de 2008

AÑO l, Nro 1

PREAMBULO NECESARIO


La salida de esta Revista al escenario público ha sido realmente algo que no esperaba. Yo soy el primer sorprendido pues de verás hay que creer que, de sorpresas en sorpresas la vida del género humano, en este planeta se va haciendo y desarrollando y hasta dejando de existir.
Pero aquí está ya, el primer número y estarán las primeras críticas, las cuales valoro siempre en su conjunto.

De aquí que, la crítica de los lectores expuesta en los comentarios será decisiva para el mejoramiento de la Revista o eche a bolina este proyecto literario cultural que me he propuesto.
El nombre de la Revista, luego de varias opciones con amigos y amigas, resulto ser este GUATINI. Guatiní es el nombre aborigen de nuestra ave nacional el TOCORORO ó TOCOLORO.
A decir verdad, no sabía este detalle, lo encontré buscando notas relativas al ave para enviarle los datos al poeta y amigo peruano, Don Carlos Hugo Garrido, el cual estaba muy interesado en conocerlo, interés que, como cubano le quedé muy agradecido.

Pues bien, con estas cortas líneas entramos YA a la primera edición de Guatiní y espero, repito sus comentarios, sin cortapisas y profundos.







EL EDITOR






Hoy tenemos el grato gusto de traer a esta primera edición de la Revista Guatiní un relato de la joven cubana estudiante de periodismo en Rep. Dominicana. Li Misol Rodríguez.
Aún no tiene una obra publicada pero su quehacer literario, más en la prosa que en la poesía, le asugura un lugar en la nominación de destacados. Este pequeño relato es un ejemplo que le favorece.

LOS HIJOS DE DOÑA INES. Por Li Misol Rodríguez

Doña Inés madrugaba cada mañana para hacer el desayuno a sus hijos. Se bañaba con agua friísima, se arreglaba un poco y prendía el fogón de leña con religiosa parsimonia; pelaba plátanos, cortaba en rebanadas queso blanco del mejor de la región y ponía las cacerolas al fuego a la hora justa para que el tiempo alcanzara y ellos llegaran temprano al trabajo.
Emilio y Amauri la miraban con los ojos fijos y los rostros pálidos. No hablaban. Simplemente observaban con nostalgia, sentados a la mesa, la magia que su madre destilaba todas las mañanas en la coreográfica tarea de preparar los alimentos.
Mientras Inés atendía el queso que ya flotaba en aceite hirviendo y movía los trozos de plátano en el caldero ennegrecido por el tiempo y el uso, conversaba amorosamente con sus hijos acerca de la belleza del día recién nacido y esparcía entre ellos sus consejos maternales de costumbre. Así, murmuraba con respecto a las mujeres fáciles, las drogas, y las relaciones con los llamados "tigueres", que eran delincuentes sin futuro y maleantes consumados.
Emilio y Amauri se miraban de vez en cuando. Permanecían mudos e inmóviles, y en sus ojos empezaba a asomar una expresión de hondísima tristeza mientras miraban de vez en cuando a la madre, quien continuaba afanada en los quehaceres.
Inés puso los platos en la mesa, exprimió naranjas maduras y puso vasos suficientes….
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La vecina del frente se asomó a la ventana. Respiró el aire mañanero y decidió preparar café, en ese momento miró por la ventana y se dió cuenta de que Inés estaba atareada preparando comida.
-¡Domingo!- gritó la señora a su esposo, quien hacia una hora se encontraba laborando en el pequeño conuco familiar.
-¿Qué hace doña Inés tan atareá?- preguntó la mujer mientras su marido se acercaba.
-Qué se yo- balbució el hombre moreno y sudado, -como que ta cocinando, ¿no?-
-Si viejo, hace rato que ta en eso- y agregó –Que desgracia lo della, no viejo? Yo todavía no lo creo.
-Tranquila mujer, a fin de cuenta Iné parece que ta bien, de aqui la veo y se ve normal, a lo mejor ta cocinando pa mantenerse ocupá. Yo que pensé que ella se iba a morí con lo que pasó, y mírala… igualita ta.
-Yo no sé viejo, no sé, desde aquí me pareció que taba hablando con alguien y creo que se sonrió, ¿sería idea mía?- preguntó la mujer algo preocupada.
-No sé mujer, tu ta loca. Después de esa tragedia yo no taría sonriéndome con nadie- respondió Domingo con un vaso de café recién hecho entre las manos, mientras se sentaba.
-Tienes razón viejo, debo haber visto mal- volvió a decir la mujer mientras hacía lo mismo de su marido.
Mientras tanto doña Inés recogía los platos de la mesa, y entre sonrisas y "buena suertes" despidió a sus hijos, los cuales salieron como espectros errantes que ahora eran, a recorrer el lugar donde encontraron días antes, el escabroso camino de la muerte.







OTRA MIRADA DE LA HABANA



GRISBEL MEDINA R.
Quien es esta hermosa periodista dominicana? Ella misma responde.


Trabajo en el LISTIN DIARIO redacto crónicas culturales, sociales, arte y espectáculo, aunque tengo la opción (y la aprovecho) de escribir hasta de Deportes. También escribo para una página juvenil donde ilustramos (y manejamos el texto) apegado a la filosofía de la Perspectiva de Género.

Traemos a Guatiní, esta crónica, su experiencia personal en Cuba.



Según la tradición cubana, dejarse empapar del primer aguacero de mayo retarda las arrugas, aleja enfermedades y atrae suerte. Por ello, cuando la lluvia rompió la sequía habanera el pasado 15 de mayo, cientos de almas bendijeron el torrencial que también agolpó las paradas por el retardo de las ruedas del transporte público. Las amplísimas vías, de una capital franqueada por la sonrisa del Che y las barbas de los veteranos de Sierra Maestra, se inundaron con la nubada de mayo. Pero, a diferencia de las calles de Santiago de los Caballeros y ciertos costados de la capital, en una hora se desahogaron los contenes que en ciudades dominicanas tardarían días en evacuarse de agua y basura. Hace poco tiempo, el turismo en la tierra donde se mercadean muy bien las bondades y secuelas de la Revolución de 1959, podía desenvolverse con los dólares de Bush. Recientemente el gobierno cubano echó a rodar una nueva moneda bautizada como CUC. Al pisar el aeropuerto José Martí, de La Habana, encuentras una casa de cambio o CADECA, donde cada CUC (peso convertible cubano) cuesta 1.18 dólares y por cada euro recibes 1.12 CUC. Obviamente conviene embosillarse de los últimos billetes. La Villa de San Cristóbal de La Habana, fundada en 1519, es capaz de deslumbrar y satisfacer al más exigente de los transeúntes. Este quinto recorrido a pie, por paseos turísticos, azoteas del siglo XVIII, el mar azulísimo del malecón y los vericuetos comunes de la capital cubana, lo relatamos sin los guías planchaditos de los grandes hoteles. Eso sí, contamos con el alma y la mano amiga de un amigo cubano que bebe pocas cervezas y conoce cada palmo de su patria. La Habana, destino académico y cultural Un Chevrolet azul, tan antiguo como las piedras de la Catedral, acerca a La Habana Vieja y Centro Habana donde en cada cuadra nacen y se recuestan múltiples historias.
No abra la boca. Deje que su amigo cubano pague la ida con 10 pesos que si fuera en un taxi normal le costaría 5 CUC. En las esquinas que una vez asfaltaron (tapando los adoquines) y ahora intentan empedrar, se palpa seguridad ciudadana.
Aunque en La Habana ya se habla de robos, la delincuencia no les ha ganado la batalla.
Los oficiales rondan en patrullas y encienden sus luces en distintos tramos de una ciudad cuya niñez también es devota del "lo que pasó pasó entre tu y yo" del reguetonero Daddy Yankee.
En la calle Mercaderes La cámara oscura (primera en América y quinta en el mundo), ubicada en la coronita de un edificio en la calle Mercaderes, puede ser el primer lugar donde esparcir la curiosidad. Se trata de un lente donado por Cádiz, España, donde admiras la ciudad reflejada en un plato cóncavo.
Desde allí y con airecillo para doblegar el calorazo, aprecias el Capitolio, el hospital Hermanos Almejeiras, la cúpula del Dios Mercurio en el edificio del comercio, el Cristo de La Habana, la fortaleza San Carlos de la Cabaña, el Castillo del Morro, el Museo Bacardí, entre otras estancias emblemáticas.
De calle La capital de Cuba es un hervidero de pieles, modas y acentos. Las cubanas se conocen por su amor a las alhajas de plata (anillos en cada dedo) y el delineado de ojos.
Los cubanos son enamoradizos como nuestros varones. Piropean hasta las escobas con faldas y si le cruzas cerquita te felicitan "por lo linda que eres". Los demás tonos del arcoíris cultural lo completan el millar de turistas que suben y bajan, de día y de noche por casas añejas.
El camino condujo a las puertas del Museo del Chocolate donde se venden bombones y atesoran antiquísimos moldes y otros enseres de fabricación. En el buzón hay quejas del público por falta de datos sobre el origen del cacao y las "caraduras de las camareras". Uno escribió: "Esto es simplemente un museo descarado de venta capitalista".
De paso por la Avenida del Puerto, se llega al Museo del Ron, donde en distintos idiomas, explican la elaboración del líquido, ilustrando las frases con miniaturas de fábricas, trenes, calderas y bodegas. Al final, por supuesto, un traguito de ron cubano para avivar la sangre con las famosas gotas de Havana Club.
Muy cerca de las barricas alcoholeras está la iglesia Ortodoxa, el convento San Francisco de Asís y la reservada y tímida Madre Teresa de Calcuta, eternizada en una estatua de bronce en el jardín del lugar.
En Cuba se camina bastante, por vías pulcras. No se le ocurra usar tacones. Las cuadras cubanas son más largas que nuestras esquinas. Y, aunque se hallan dondequiera, los taxis son "caribe". Si la curiosidad le alcanza para alejarse del rostro turístico de La Habana, dese un baño de pueblo surcando la Tencen de Galeano en Centro Habana. Por ahí, estudiantes de peluquería, cortan y acomodan las canas de adultos mayores. La estampa, al aire libre y muy cerca de las ventas de carne, colorean singularmente el bulevar de San San Rafael. Al frente, en un bloque con escalera eléctrica paralizada, aguardan mesitas repletas de artesanías (le llaman ferias artesanales). Si regateas, con 15 CUC, cargas la mochilita con collares de semillas mate, vuela vuela y Santa Juana. También llevas porta lápices en bambú, ceniceros en caracoles, El Morro y La Bodeguita del Medio pintados en tela y cartón, así como maracas y esculturas en madera para obsequiar.
La imagen del Che forma parte de los abarrotes.
Guayasamín Sorbitos de la sabrosa malta Bucanero o traguitos de cerveza Cristal alivian el cansancio por el trote de horas. Unos metros delante está la casona de portones largos y azules, declarada Museo Guayasamín, en honor al progresista pintor ecuatoriano Osvaldo Guayasamín.
Si cree que el deleite visual será largo, se equivoca.
La sala sólo tiene 7 obras y falta aquel cuadro de dos manos que el artista le obsequió a Fidel Castro. En el portal hay fotos de Guayasamín con el trovador Silvio Rodríguez; el Comandante Castro, que maneja cada movimiento de Cuba; el escritor y político dominicano Juan Bosch; el pintor dominicano Ramón Oviedo; el bardo colombiano, Gabriel García Márquez, y la Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú. En la cámara oscura y demás museos de La Habana, pagas entrada, pero en la precaria gruta de Guayasamín, das si deseas.

PLAYA GIRON LA VICTORIA DE CUBA


XLVII Aniversario

(Después de Girón los pueblos de América fueron un poco más libres.)


Dr. Fidel Castro Ruz.






17 de abril de 1961



Bahía de Cochinos
A contraviento,a contrapelo, siempre de ida, nunca de vuelta, la revolución cubana continúa escandalosamente viva a no mas de ocho minutos de vuelo de Miami.
Para acabar con la insolencia, la CIA lanza una invasión desde Estados Unidos, Guatemala y Nicaragua. Somoza II despide en el muelle a los expedicionarios. El Ejército Cubano de Liberación, que la CIA ha fabricado y puesto en funcionamiento, está formado por militares y policías de la dictadura de Batista y por los desalojados herederos de las plantaciones de azúcar, los bancos, los diarios, los garitos, los burdeles y los partidos políticos.
—¡Tráiganme un par de pelos de la barba de Castro!— les encarga Somoza.
Aviones de los Estados Unidos entran en el cielo de Cuba. Están camuflados. Llevan pintada la estrella de la Fuerza Aérea Cubana. Los aviones ametrallan, volando bajo, al pueblo que los saluda, y descargan bombas sobre las ciudades. Tras el bombardeo, que prepara el terreno, los invasores desembarcan en los pantanos de la Bahía de Cochinos. Mientras tanto, el presidente Kennedy juega golf en Virginia.
Kennedy ha dado la orden, pero había sido Eisenhower quien había puesto en marcha el plan de la invasión. Eisenhower había dado su visto bueno a la invasión de Cuba en el mismo escritorio donde antes había aprobado la invasión de Guatemala. El jefe de la CIA, Allen Dulles, le aseguró que acabaría con Fidel Castro como había acabado con Arbenz. Sería cosa de un par de semanas, día más, día menos, y el mismo equipo de la CIA se haría cargo del asunto: los mismos hombres, desde las mismas bases. El desembarco de los libertadores desencadenaría la insurrección popular en la isla sometida a la tiranía roja. Los espías norteamericanos sabían que el pueblo de Cuba, harto de hacer colas, no esperaba más que la señal de alzarse.
Playa Girón
La segunda derrota militar de los Estados Unidos en América Latina
En tres días acaba Cuba con los invasores. Entre los muertos hay cuatro pilotos norteamericanos. Los siete buques, escoltados por la Marina de Guerra de los Estados Unidos, huyen o se hunden en la bahía de los Cochinos.
El presidente Kennedy asume la total responsabilidad por este fiasco de la CIA.
La CIA creyó, como siempre, en los informes de sus pícaros espías locales, que cobran por decir lo que gusta escuchar; y, como siempre, confundió la geografía con un mapa militar ajeno a la gente y a la historia. Las ciénagas que la CIA eligió para el desembarco habían sido el lugar más miserable de toda Cuba, un reino de cocodrilos y mosquitos, hasta que la revolución llegó. Entonces el entusiasmo humano transformó estos lodazales, fundando en ellos escuelas, hospitales y caminos. La gente de aquí fue la primera en poner el pecho a las balas, contra los invasores que venían a salvarla.



¿Quién invadió Cuba?




Un diálogo en el Senado de los Estados Unidos




Senador Capehart — ¿Cuántos aviones teníamos?
Allen Dulles (director de la CIA) — ¿Cuántos tenían los cubanos?
Senador Sparkman — No, los americanos, ¿Cuántos?
Dulles — Bueno, se trata de cubanos.
Sparkman — Los rebeldes.
Dulles — Nosotros no los llamamos rebeldes.
Capehart — Quiero decir: las fuerzas revolucionarias.
Sparkman — Cuando él preguntó cuántos aviones teníamos, se refería a eso, a las fuerzas anti-Castro.


Richard M. Bissell (sub-director de la CIA) — Empezamos, señor, con dieciséis B-26...